Como todos ustedes, estoy completamente atónito, con el corazón roto y enfermo hasta el alma hoy. Es inimaginable escribir estas palabras. Conocí a Charlie Kirk cuando tenía 18 años, un joven tan ansioso y decidido que inmediatamente le dije a un amigo: “Ese chico va a ser el jefe del RNC algún día.” Charlie se convirtió en algo aún más grande e importante que eso. Fue un privilegio ver a este hombre con principios defender sus creencias y crear la organización política conservadora más importante de América. Pero, más importante aún, Charlie era un buen hombre, un hombre que creía en el bien y el mal, que se mantenía firme en sus valores bíblicos. Todos lo extrañaremos, y no puedo imaginar el dolor de su hermosa joven familia, y todos debemos orar por ellos. Y debemos recoger el testigo donde Charlie lo dejó, luchando por las cosas en las que él creía con tanta pasión. Y debemos luchar por una América mejor, una América donde las personas buenas puedan hablar la verdad y debatir apasionadamente sin miedo a una bala. Lloro por la familia de Charlie, y lloro por mi país hoy. Más que nada, lloro por Charlie.