Hoy, hace veinticuatro años, el mal se llevó 2,977 vidas inocentes en el ataque terrorista más mortífero jamás realizado en suelo estadounidense. Entre los asesinados estaban mi hermano Gary, mi mejor amigo Doug y 656 otros colegas y amigos de Cantor Fitzgerald. Estoy vivo hoy porque ese martes fue el primer día de jardín de mi hijo mayor, Kyle. Lo estaba dejando en la escuela en lugar de ir a mi oficina, que ocupaba los pisos 101 al 105 de la Torre Norte del World Trade Center. Al entrar en el aula, mi teléfono comenzó a sonar, pero se desconectaba cada vez que respondía. Más tarde supe que era mi hermano Gary tratando de llamar. Habló con mi hermana y se despidió. Lo que he aprendido al servir como Secretario de Comercio es lo profundamente hermosa y extraordinaria que es este país, pero también cuán desesperadamente nuestros adversarios desean hacernos daño. No se equivoquen: si tuvieran la oportunidad, los monstruos que orquestaron los ataques del 11 de septiembre, y aquellos como ellos, lo harían de nuevo. Y otra vez. Y otra vez. Pero la grandeza de América radica en la forma en que nuestro ejército, nuestro gobierno, nuestros primeros respondedores y nuestro pueblo enfrentan estos horrores, desafíos y amenazas. América es una nación que reconstruye, perdura y nunca se rinde ante el mal. Hoy honramos a aquellos que perdimos hace 24 años y a los valientes primeros respondedores e individuos que se levantaron con valentía para salvar a otros. Hoy estoy muy triste al recordar, y muy orgulloso de ser estadounidense.