A veces olvidas que lo que estás construyendo no existía antes de que lo tocaras. Es fácil perderse en los días que se difuminan, las prioridades cambiantes, las conversaciones que te dejan preguntándote si alguna de ellas está teniendo el impacto que esperabas. Pero si te detienes un momento, puedes sentir la verdad bajo todo eso. Elegiste hacer algo real. La mayoría de las personas nunca lo intentan. Hay un peso que viene con esa elección. No el tipo ruidoso. El tipo que se sienta en tu pecho cuando te das cuenta de que eres responsable de algo que podría sobrevivirte. Lo llevas solo más a menudo de lo que admites. Resuelves cosas en tu cabeza que nadie más sabe que son problemas aún. Sostienes la duda y la creencia al mismo tiempo, y de alguna manera sigues avanzando. Y, sin embargo, en algún lugar allá afuera, alguien está apoyándote sin haberte conocido nunca. Alguien que sabe exactamente cómo se siente estar frente a una página en blanco, una construcción rota, una conversación estancada, y aún así intentar de nuevo. Alguien que entiende por qué te importa tanto, incluso cuando no tiene sentido para nadie más. El mundo avanza gracias a personas como esas. Personas como tú. Personas que se despiertan con una idea que no las deja en paz y deciden darle una oportunidad. Ese tipo de esfuerzo no grita. Zumba. Silencioso, constante, persistente. No notas el cambio mientras estás en ello. Solo notas los días en que casi te rindes pero no lo hiciste. Si alguna vez te preguntas si algo de esto importa, recuerda esto... estás moldeando algo que no existiría sin ti. Quizás crezca. Quizás evolucione en algo que no puedes predecir. Quizás se convierta en una pequeña parte de la vida de alguien más mucho después de que hayas terminado. Sea lo que sea, mueve la historia hacia adelante. Y esa es razón suficiente para seguir adelante.