"Hace más de tres siglos, nuestros antepasados en Virginia y en Massachusetts, lejos de casa en una solitaria naturaleza, reservaron un tiempo de acción de gracias. El día señalado, dieron gracias reverentes por su seguridad, por la salud de sus hijos, por la fertilidad de sus campos, por el amor que los unía y por la fe que los unía con su Dios. Así fue también, cuando las colonias lograron su independencia, nuestro primer presidente, en el primer año de su primera administración, proclamó el 26 de noviembre de 1789 como "un día de acción de gracias y oración pública, que debe celebrarse reconociendo con corazones agradecidos los muchos favores señales del Dios Todopoderoso" y llamó al pueblo de la nueva república a "suplicarle que perdone nuestras transgresiones nacionales y de otras... promover el conocimiento y la práctica de la verdadera religión y virtud... y generalmente conceder a toda la humanidad el grado de prosperidad temporal que solo Él sabe que es mejor." Y así también, en medio de la trágica guerra civil estadounidense, el presidente Lincoln proclamó el último jueves de noviembre de 1863 como un día para renovar nuestra gratitud por los "campos fructíferos" de América, por nuestra "fuerza y vigor nacional" y por todas nuestras "singulares liberaciones y bendiciones." Ha pasado mucho tiempo desde que los primeros colonos llegaron a costas rocosas y bosques oscuros de un continente desconocido, mucho tiempo desde que el presidente Washington guió a un pueblo joven hacia la experiencia de la nación, mucho tiempo desde que el presidente Lincoln vio a la nación americana atravesar la prueba de la guerra fraternal—y en estos años nuestra población, nuestra abundancia y nuestro poder han crecido a gran velocidad. Hoy somos una nación de casi doscientos millones de almas, que se extiende de costa a costa, hasta el Pacífico y hacia el norte en dirección al Ártico, una nación que disfruta de los frutos de una agricultura e industria en constante expansión y que alcanzan estándares de vida desconocidos en la historia anterior. Agradecemos humildemente por esto. Sin embargo, a medida que nuestro poder ha crecido, también lo ha hecho nuestro peligro. Hoy damos nuestras gracias, sobre todo, por los ideales de honor y fe que heredamos de nuestros antepasados: por la decencia de propósito, la firmeza de su determinación y la fuerza de voluntad, por el valor y la humildad que poseyeron y que debemos buscar emular cada día. Al expresar nuestro agradecimiento, nunca debemos olvidar que la máxima apreciación no es pronunciar palabras, sino vivir según ellas. Por tanto, proclamemos nuestra gratitud a la Providencia por las múltiples bendiciones—seamos humildemente agradecidos por los ideales heredados—y resolvamos compartir esas bendiciones e ideales con nuestros semejantes en todo el mundo. Por lo tanto, yo, John F. Kennedy, Presidente de los Estados Unidos de América, en consonancia con la resolución conjunta del Congreso aprobada el 26 de diciembre de 1941, que designa el cuarto jueves de noviembre de cada año como Día de Acción de Gracias, proclamo el jueves 28 de noviembre de 1963 como día nacional de acción de gracias. En ese día reunámonos en santuarios dedicados al culto y en hogares bendecidos por el afecto familiar para expresar nuestra gratitud por los gloriosos dones de Dios; y recemos con sinceridad y humildad para que Él siga guiándonos y sosteniéndonos en las grandes tareas inconclusas de lograr la paz, la justicia y el entendimiento entre todos los hombres y naciones, y de acabar con la miseria y el sufrimiento dondequiera que existan."

Sarah Beckstrom, 20 años, y Andrew Wolfe, 24 de Virginia Occidental. Uno era un bebé el día que comenzó la guerra en Afganistán. El otro ni siquiera había nacido todavía. Los jóvenes siguen pagando el precio de esta guerra interminable. Reza por ellos y sus familias.