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Cuando trabajas con AI, la salida nunca es aleatoria. Es un espejo que refleja cuán claramente piensas.
Cada respuesta es un reflejo de tus propios bordes y puntos ciegos. El modelo no crea ideas. Excava en tus palabras para encontrar la que realmente querías decir. Lo que ves en la pantalla es tu propio razonamiento, representado en píxeles.
La primera vez que me di cuenta de esto, estaba probando un aviso de diseño. El diseño que produjo parecía competente pero sin vida. Reescribí el aviso varias veces, añadí adjetivos e incluso mencioné estilos que me gustaban. Cada resultado regresaba diferente, pero ninguno de ellos se sentía correcto. Todos eran reflejos precisos de mis palabras y reflejos incompletos de mi intención. Ahí fue cuando me di cuenta. El modelo no carecía de imaginación. Yo carecía de articulación.
Trabajar con AI muestra cuánto de nuestro pensamiento se oculta entre líneas. En una conversación, otras personas llenan esos vacíos por nosotros. Inferen tono, contexto, intención. Las máquinas no lo hacen. Te dan exactamente lo que dices, despojado de cada suposición humana. Es inquietante al principio, pero también es esclarecedor. Los vacíos en tu salida son realmente vacíos en tu dirección.
Una vez que notas el patrón, dar instrucciones se siente menos como control y más como composición. No le dices qué hacer. Trazas el perímetro donde puede formarse el significado. Cuando tu intención es vaga, AI compensa con plantillas. Cuando tu intención es clara, compone. La diferencia se siente como creatividad, pero es solo comprensión.
Comencé a pensar en los avisos como resúmenes creativos comprimidos. Cada uno define los bordes de un mundo que la máquina puede construir por dentro. Cuanto más completo es el resumen, más coherente es el mundo. Eso cambia lo que significa diseñar.
El verdadero desafío está en aprender a pensar con suficiente claridad para describir lo que quieres decir.
AI se encarga de las partes mecánicas del diseño, como las cuadrículas, los diseños y la repetición, para que tu juicio tenga más espacio para trabajar.
Lo que queda es la parte que es más difícil de automatizar: el gusto.
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