La gente a menudo me pide mi opinión sobre su producto como si yo fuera el usuario objetivo. Siempre les hago la misma pregunta: ¿Qué opinan tus usuarios? Las opiniones de tus usuarios son datos. La mía es una distracción.
Una vez que un fundador me dice lo que piensan sus usuarios, pido ver el producto. Luego ejecutamos una simulación. Una simulación significa caminar por el producto como si yo fuera el usuario. Cada pausa. Cada pergamino. Cada momento de silencio en el que alguien se pregunta qué hacer a continuación. Puede ver el cursor flotando, sin saber dónde aterrizar. Es un espejo que se adapta a tu trabajo con la luz adecuada. Puede parecer como probar las funciones. Pero el objetivo es revelar cómo el producto enseña, guía y confunde. Empiezas a ver cómo se rompe la claridad, dónde se acumula la fricción y cómo las pequeñas decisiones se acumulan en frustración. Olvídate de recopilar consejos. En su lugar, ejecute una simulación. Abra el producto. Narra tus clics en voz alta. Graba todo. Luego míralo, cuadro por cuadro, hasta que veas lo que ven tus usuarios. Esa es la práctica. Así es como comienza el verdadero aprendizaje. Así es como mejoran los productos. Cada equipo mejora en el instante en que se enfrenta a su propio producto sin excusas.
La mejor parte viene después de la simulación. Algo cambia. Los fundadores dejan de buscar a alguien que les diga qué hacer. Empiezan a ver lo que hay que hacer. La simulación les da contacto con la realidad. Ya no persiguen consejos. Persiguen la comprensión. Una vez que ven el producto de la manera en que lo hacen sus usuarios, dejan de preguntar si es lo suficientemente bueno. Comienzan a arreglar lo que está frente a ellos. Esa claridad es lo que la mayoría de la gente pasa meses tratando de comprar. Todo lo que se necesita es una simulación honesta.
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